miércoles, 16 de enero de 2019

 Algo sobre la Cartilla Moral, de Alfonso Reyes

1. El contexto. 1944. La Segunda Guerra Mundial. Se van haciendo del conocimiento público los horrores de los campos de concentración en Europa y de las marchas de la muerte en Oriente. ¿Cómo es posible que la humanidad, en pleno siglo XX y a la luz de los avances en las ciencias y la tecnología, haya caído presa de fanfarrones y charlatanes como Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Francisco Franco o el propio Jospeh Stalin? ¿Cómo es posible que comunidades enteras, con educación y relativo bienestar, hayan aceptado los argumentos irracionales de la superioridad racial, el espacio vital, la limpieza étnica?

2. El texto. En México, el secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet (de esa estirpe que ya no hay) y quien luego sería Director General de la recientemente creada UNESCO, propone la hipótesis que esa aceptación ciega de pueblos tan "educados" como el alemán, el italiano o el japonés, se debe, entre otras cosas, a la pérdida de valores humanísticos, a la falta de empatía con la otredad, a la pérdida de la idea misma de comunidad. Encarga, entonces, a don Alfonso Reyes--uno de los escritores e intelectuales mexicanos más ilustres y agudos--que redacte un breve texto para que los niños y los jóvenes mexicanos reflexionen sobre valores como la vida en sociedad, la tolerancia, el respeto, el diálogo y la armonía social.

3. El argumento. Reyes (que no fue el único* a quien se encargó un trabajo de esta naturaleza) redacta lo que hoy conocemos como Cartilla Moral. Reyes--quien nació en 1889, murió en 1959 y vivió en carne propia y en la de su padre [el general Bernardo Reyes] los horrores de la Revolución de 1910--redacta un texto que hoy conocemos como la Cartilla Moral. Entre otras cosas, Reyes enlistó las cualidades de lo que debía de ser un individuo y un político virtuoso: la rectitud y honestidad, la justicia y la educación, el amor y la felicidad, y la convicción de crear un mejor país.

4. El decurso. El texto no fue publicado. Cambios políticos pospusieron el proyecto y fue Reyes quien, motu proprio, lo publicó poco antes de su muerte. Mucho tiempo después, Carlos Salinas de Gortari pidió a José Luis Martínez--gran académico y amigo y estudioso de la obra de Reyes--que la actualizara para que fuera publicada por la SEP, cuyo titular en ese entonces era Ernesto Zedillo.

La idea de una cartilla moral no es la de un texto de lectura obligatoria. Ni la moral ni la ética tienen que ver con la obligatoriedad jurisdiccional. No son leyes. Que la lea quien quiera. Hasta donde tengo entendido, no se perseguirá a quien no lo haga. Pero sólo por leer la prosa elegante y precisa de Reyes (aunque no se esté del todo de acuerdo con su contenido), vale la pena.

En efecto: era otro México, eran otros tiempos, pero el riesgo de la irracionalidad pervive.
Lo demás, con el debido respeto, es puro argüende.
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*Puedo decir, con orgullo, que a mi padre, que a la sazón era jefe del departamento de educación secundaria de la SEP, Torres Bodet le encomendó algunos textos al respecto. Mi pare escribió tres que tuvieron buena fortuna: Vida Cívica y Juventud; Economía Política y, sobre todo, Introducción a la Sociología, que editó Porrúa.