domingo, 27 de mayo de 2012

Lindes y deslindes: de la primavera al otoño, sin conocer el verano

Lindes y deslindes
De la primavera al otoño, sin conocer el verano
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En mi colaboración anterior comenté que había tres líneas discursivas compitiendo por la cohesión semántica de lo que sigue siendo, todavía, una movilización estudiantil: (a) la que se pronuncia en contra de la manipulación mediática de la información y del voto; (b) la que se pronuncia abiertamente contra el PRI y Enrique Peña Nieto y (c) la que se pronuncia abiertamente a favor de Andrés Manuel López Obrador.
     Aunque todavía hay muchas imprecisiones, la cohesión semántica del movimiento tiende, sobre todo, al inciso b), pero manteniendo una difícil y contradictoria relación con el inciso a). Prefiero no entrar en tecnicismos analíticos y me apoyo en las declaraciones del encuentro estudiantil en Tlateloco, ayer, sábado 26 de mayo de 2012, según lo reporta La Jornada de hoy 27:
Declaración A: “No queremos que llegue el PRI para gobernar México, eso lo tenemos muy claro”, pero tampoco “queremos hacerle la chamba a ningún partido: PRD, PAN o Panal. Creemos en el voto informado y en la participación ciudadana a través del sufragio”
Declaración B: “Si queremos tener éxito en esta lucha”, aseguraron estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reunidos en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, “debemos salir de las redes (sic). Hacer contacto con la gente en las calles, en los parques, donde podamos, para promover por qué estamos luchando, pero también a que (los ciudadanos) participen de forma crítica en el proceso electoral, que reflexionen su voto”.
¿Cuáles son las contradicciones que se expresan en estas perspectivas y que a mi juicio fragmentan y distorsionan el espíritu original de la protesta? Encuentro, en la Declaración A tres contradicciones fundamentales: una de caráter político, otra de carácter lógico y una más de carácter ético. En la declaración B encuentro una contradicción de carácter semántico, es decir, una paradoja.

     Comienzo por el primer grupo:
1.      No se puede declarar en contra de la manipulación informativa y de la inducción del voto y salir a la calle para hacer precisamente eso mismo.  Es muy distinto invitar a la ciudadanía a informarse y reflexionar su voto, a decirle que no vote por zutano o perengano.
     Las preferencias electorales son individuales (de ahí que el voto sea libre y secreto) y coincido en que hay que invitar a la persona a pensar e informarse. Pero no coincido en sugerir o inducir de ningún modo la preferencia de nadie a través de una movilización que, ya de entrada, se declara en contra de Zutano o Perengano. Cuando menos se trata de una contradicción política.
2.      No se puede estar a favor de la democracia—que por su propia naturaleza es inclusiva y plural--y al mismo tiempo aplicar una cláusula de exclusión: que participen todos, menos Fulano. Si vamos a promover una cultura democrática, tenemos que aceptar el principio de la universalidad de la participación. No olvidemos que la cláusula de la exclusión es una de las armas favoritas del autoritarismo, cualquiera que éste sea signo y cualquiera que sea su destinatario (homosexuales, mujeres, judíos, etc.).
                 Se trata, por decir lo menos, de una contradicción lógica.

Cito a Noam Chomsky y agradezco a @MarioAlberto_H el envío:



“…Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgustan. Por ejemplo, Goebbels estaba a favor de la libertad de expresión sólo para los puntos de vista que compartía, igualmente Stalin. Si estás a favor de la libertad de expresión, eso significa que estás a favor de la libertad de expresión precisamente para los puntos de vista que no compartes, de otra forma, no estarías a favor de la libertad de expresión.”


3.      No se puede cuestionar la legitimidad de las acciones de empresas como Televisa y TV Azteca y, aun sin proponérselo, acabar haciendo exactamente lo mismo que se critica. Hace seis años estas empresas y otros grupos de presión construyeron una histeria social mediante el burdo recurso de exponer a Andrés Manuel López Obrador como un peligro para México. ¿Se acabrá cayendo en la trampa de declarar hoy a Enrique Peña Nieto un peligro para México y generar el mismo clima de histeria irracional que hace seis años?

     Cambian los personajes, pero la técnica y el discurso son los mismos. Se trata, cuando menos, de una contradicción ética.
En cuanto a la declaración B encuentro una paradoja exquisita: piden los compañeros de la UNAM salir de las "redes" supongo que en alusión a las llamadas redes sociales (Facebook , Twitter y YouTube, fundamentalmente) y piden hacer contacto con la gente en la calle, cara a cara. Pues bien ¿no son esas, precisamente, las verdaderas redes sociales? Las otras no son sino redes digitales, pero la verdadera labor política--y en eso coincido--comienza con la interacción dialógica cara a cara.
     El problema es ¿qué va a pasar si se topan con gente que quiere votar por el PRI? Conozco a mucha personas—colegas, amigos incluso familiares--que sin ser corruptos ni transas y sin haber tenido o andar buscando un puesto político, votarán por el PRI. Allá ellos. Pero es su derecho y están en libertad de hacerlo.  Ese es, precisamente, el sentido de la democracia.
    ¿Los respetarán o los acusarán de vendidos, de corruptos, de enajenados?
     En última instancia, se trata de una movilización estudiantil. Es SU movilización que ya están convirtiendo en movimiento. Pero ¿qué clase de movimiento? ¿De exclusión? Sólo ellos, los estudiantes y los jóvenes, a través de la reflexión y la autocrítica, podrán definirlo. Tienen en sus manos un gran capital simbólico. Ojalá lo sepan proyectar hacia el problema de fondo y no hacia un problema coyuntural.
     Coincido: lo político no tiene porqué no ser apartidista. Pero la tendencia muestra que, más que político, el movimiento se está inclinando hacia lo electoral. Todo lo electoral ES político, pero no todo lo político ES electoral......
     Personalmente considero que no hay personajes más patéticos y lamentables que Gabriel Quadri y Josefina Vázquez Mota, pero reconozco y defiendo su derecho a participar en el proceso electoral. Si los quiero derrotar para eso están las urnas, no las movilizaciones por consigna. 
Concluyo con una mini ficción política:
En la penumbra de algún cuarto ubicado en las cercanías de Av. Chapultepec, o tal vez en Santa Fé, aunque también podría ser en Periférico, entre Altavista y Av. Toluca, un españolillo se acicala barba y bigote mientras deja enfriar una botella de champaña. Piensa para sí:
--Todo está saliendo a pedir de boca. La muchachada está en las calles. Lo de Yarrington (y los que faltan) no pudo ser más oportuno. Ya se está proyectando Los Cristeros y en junio se estrena Colosio…..
     El español entrecierra los ojos, esboza una sonrisa y continúa su monólogo:
--El IFE, a su vez, ya contrató a Hildebrando Zavala—el mismo que me ayudó la vez pasada—pero a nadie le importa porque todos están demasiado ocupados en las calles mentándosela a Peña. Bien….
     Ahora sólo falta que Josefina decline por Andrés Manuel (como ocurrió en Oaxaca y Puebla)…..y cuando México despierte, el PAN ahí seguirá….y yo con él…..Solá nunca estará solo.

lunes, 21 de mayo de 2012

Claves para una primavera estudiantil mexicana

 

(Notas para una crítica  del uso social de las redes tecnológicas

y la movilización estudiantil en el proceso electoral)

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I
Se ha comentado ampliamente lo ocurrido en el campo político electoral desde la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana. Se ha cuestionado la posición agresiva que adoptó la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional respecto de las expresiones de muchos estudiantes durante el acto, las descalificaciones a los jóvenes que abuchearon al candidato Peña y la consecuente movilización de estudiantes para deslindarse del calificativo de porros o acarreados (lo cual no implica que no haya habido militantes de otros partidos que buscaron caldear los ánimos).
     Fue emotiva y creativa la reacción de un grupo de alumnos de la UIA que, credencial en mano, dieron la cara en un video y aparecieron públicamente señalando que no eran porros ni acarreados pero que sí habían participado en el repudio al candidato del PRI. Esta primera entrega de imagen dio pie, unos días después, a dos movilizaciones que, acaso por razones de calendario, fueron creciendo en magnitud de un día a otro: el viernes 18 contra Televisa (a la que sumaron alumnos del ITAM), el sábado 19 contra Enrique Peña (a la que se sumaron alumnos de la UNAM, la UAM, la UACM y el Poli) y el domingo 20, aunque no necesariamente están ligadas, a favor de López Obrador.
     Poco se ha dicho sobre el significado que estudiantes de cuando menos dos universidades privadas hayan protestado en actos que tradicionalmente han encabezado las universidades públicas; acaso también entre los sectores más privilegiados la crisis y la falta de expectativas profesionales están haciendo mella en el ánimo de los jóvenes que no perciben con claridad el futuro. Por otra parte, es de rescatarse que este grupo de jóvenes haya manifestado su inconformidad con las formas en que se maneja la información mediática en el país, particularmente por lo que toca a Televisa, Televisión Azteca, Milenio Televisión y las encuestadoras que estas empresas privilegian y que, invariablemente, ponen a la cabeza al candidato del PRI. Aun si esta información tiene sustento objetivo, la percepción en muchos sectores de la población es que no refleja fielmente la realidad ni el sentir de la sociedad.
     Por otra parte no son pocos los analistas, e incluso los estudiantes, que han dado un lugar central a las redes sociales—a las que algunos han calificado de 5° poder—y en las que encuentran un dinamismo creativo y una interactividad de los carecen los medios informativos convencionales. No ha faltado quien incluso trazó paralelos con la llamada Primavera Árabe y se habla de una suerte de oposición o alteridad informativa más creíble y próxima al horizonte intelectual de los jóvenes. Parecería que, a partir del fenómeno de las redes sociales (de modo muy acusado Twitter y Facebook), se ha despertado una conciencia crítica y una capacidad de movilización que modificaría las posiciones actuales en la medición de las encuestas e idealmente los resultados del proceso electoral.
     El hartazgo ante lo que ha sido una campaña electoral anodina, incolora y acartonada—y la insistente promoción editorial en el sentido que las elecciones ya estaban definidas en favor de Peña Nieto y lo único que restaba por ver era quién quedaba en segundo lugar—estalló en una suerte de catarsis que al tiempo que ha dignificado la posición de los electores (sobre todo de aquellos que por primera vez van a participar en un proceso electoral), ha dado un giro cromático e imaginación a la competencia electoral. Basta ya de los comentarios “autorizados” por parte de un grupo de periodistas que, en mucho, actúan como jueces y partes del proceso electoral, arrogándose una perspicacia analítica de la que los demás sólo podemos dar testimonio como espectadores pasivos. El estudiantado demostró que no es el caso.
 
II
Sin embargo, es importante poner las cosas en perspectiva y plantear una serie de cuestionamientos que nos permitan acercarnos a las diversas lecturas y sus limitaciones que se abren a partir de esta serie de acontecimientos. A continuación propongo tres puntos que, si bien discutibles, pueden ser plataforma de un debate inicial.
1.      Creo que es fundamental no confundir el fondo (la capacidad social de autogestión y acción concertada para logar un determinado fin) con la forma (los mecanismos, medios o herramientas para convocar a los actores sociales). Decía Jesús Reyes Heroles que, en política, la forma es fondo y el fondo es forma. Desde el plano de una percepción primaria—lo que los teóricos llaman realismo ingenuo—la sentencia sin duda se ha cumplido en diversas ocasiones (por ejemplo el “ya cállate chachalaca” de López Obrador candidato, o el “comes y te vas” de Fox ya siendo Presidente). Pero aquellos que se interesan por un análisis más profundo y por una crítica más racional de los procesos sociales, deben ir más allá de las apariencias primarias y procurar descubrir, diferenciadamente, la estructura oculta detrás de cuando menos algo de lo que está ocurriendo.
     La capacidad de autogestión social siempre ha existido. Baste recordar a Espartaco en la Roma antigua, el movimiento de los barones ingleses contra la Monarquía que condujo a la Carta Magna en el Siglo XIII, las revoluciones americana y francesa, la guerra de Independencia mexicana o, ya en nuestras propias latitudes, la revolución de 1910, la guerra de los Cristeros, el movimiento estudiantil de 1968, la creación del FDN en 1988, etc. Ninguno de estos movimientos se sostuvo en una tecnología de la información.
     Puede ser que, según avanzamos en el tiempo, ciertos medios de información hayan jugado un papel auxiliar en aglutinar fuerzas dispersas, pero todos estos procesos de transformación tuvieron su inicio en la capacidad de racionalidad dialógica de un grupo de individuos que expusieron puntos de vista, proyectos, críticas e ideales independientemente de las tecnologías de transmisión de información existentes.
    He sostenido anteriormente y lo hago ahora, que las movilizaciones sociales NO dependen de ni son el producto de las tecnologías de información—por avanzadas y novedosas que éstas nos puedan parecer—sino de las interacciones discursivas que preceden al uso de las tecnologías. Por otra parte y a reserva de parecer muy quisquilloso, considero que lo que se llama convencionalmente “redes sociales” debe ser entendido como el uso social de redes tecnológicas, que no es exactamente lo mismo.
     Habiendo señalado lo anterior, sí creo que lo que diferencia el uso social de las redes tecnológicas en este proceso son dos cosas fundamentales:
·         La velocidad para articular una movilización (que no debe confundirse, cuando menos no aún, con un movimiento social)
·         La espontaneidad colectiva con la que operan, desplazando de entrada la existencia de uno o varios líderes claramente visibles o identificables (es, sin duda, una suerte de Fuenteovejuna posmoderna). Esto ya lo han señalado varios autores, primordialmente Manuel Castells, que introdujo el concepto de horizontalidad en la gestación de este tipo de movilizaciones.
Esta observación me parece pertinente porque al tiempo que el uso social de las redes tecnológicas supone una gran ventaja operativa y espacio-temporal, también supone una desventaja considerable en términos de la unidad discursiva y teleológica de las movilizaciones de protesta.
2.      Tampoco debe confundirse una movilización de un sector de la población, por llamativa que parezca, con un movimiento social. La parte verdaderamente difícil que enfrentan este tipo de expresiones auto-gestivas es transformar la inercia y espontaneidad iniciales (tan festivas y llenas de imaginación y creatividad) de un acto simbólico en una acción racional, de carácter propositivo y teleológicamente fundada, en el sentido que Max Weber habla de la acción: ya sea de carácter puramente instrumental (con arreglo a fines) o de carácter ético-normativo (con arreglo a valores).
     El tránsito de una movilización relativamente espontánea (protestar, marchar, el grito desenvuelto y la catarsis grupal) a un movimiento social (la estructuración de una acción con fines claramente establecidos, diseño de mecanismos para lograr éstos e identidad organizativa) supone dar sentido concreto a  su operatividad (un calendario de acciones con fines delimitados, una distribución racional de las acciones y una responsabilidad pública claramente identificada), con base en una racionalidad discursiva.
3.      En este sentido, distingo cuando menos tres líneas discursivas (cada una con su propia carga semántica) en lo que ha ocurrido desde el incidente de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, que de modo muy interesante, no se han logrado distinguir en y desde las redes tecnológicas:
a)      La protesta contra los grandes consorcios mediáticos que, a través de la simulación de un periodismo objetivo, promueven una línea política y apoyan a (o cuando menos buscan facilitar la percepción favorable de) un candidato, específicamente la relación Televisa-Milenio TV-encuestadoras con Enrique Peña Nieto y el PRI (pero que extienden sus cuestionamientos a la confiabilidad de las instituciones electorales, a la poco eficiencia del legislativo y a la falta de representatividad de los partidos políticos todos)
b)      Aquella que explícitamente se declaró en contra de Enrique Peña Nieto y del PRI
c)      Aquella que explícitamente se declaró en favor de Andrés Manuel López Obrador.
     Ahora bien, ante la falta de una racionalidad discursiva y de una cohesión argumentativa de lo que hasta ahora sólo ha sido sino una movilización estudiantil parcial, no se pueden extrapolar estas tres líneas discursivas como si fueran un silogismo. Quien está situado, por ejemplo, en el supuesto a) NO necesariamente supone que acepta el b) y el c) y quien está situado en el supuesto b) NO necesariamente supone que está comprendido dentro del c). Sólo quien está en el supuesto c) podría coincidir con los dos primeros incisos, lo cual, por otra parte, no quiere decir que el apoyo fundamental de López Obrador dependa de ese grupo estudiantil.
III
En la medida en que no se articule una lógica argumentativa que permita pasar del mero “slogan” (o mensaje) de lo que hasta ahora sólo ha sido una movilización estudiantil, a una tematización agendable (o lo que los funcionalistas llaman agenda setting) y, de ésta, a la articulación de un discurso político para construir una plataforma dialógica (como ocurrió con el movimiento estudiantil de 1968), las movilizaciones corren siempre el riesgo—como ocurrió en Egipto y Libia, por ejemplo—de perderse en su propia espontaneidad. La falta de una racionalidad discursiva diluye la cohesión inicial del grupo y lo fragmenta en una serie de ideas o nociones inconexas y carentes de sentido teleológico.
     ¿Qué es, finalmente, lo que se busca? ¿Anular la candidatura de Enrique Peña Nieto? ¿Deslegitimar el proceso electoral en su conjunto? ¿Construir una plataforma estudiantil para apoyar a Andrés Manuel López Obrador? Los primeros dos supuestos conllevan una profunda carga antidemocrática.
     No porque no nos guste un candidato podríamos pedir que se anule su candidatura o su derecho a debatir su proyecto político. Además: suponiendo que Peña Nieto no fuera el candidato del PRI o que éste no participara en el proceso electoral ¿se modificaría sustancialmente el problema de fondo de la política mexicana? También sería grave descalificar el proceso electoral en su conjunto—en el que, mal que bien, participan directamente los ciudadanos—porque un grupo de medios han decidido implícita o explícitamente dar su apoyo a uno de los candidatos.
     Entiendo que hasta el momento nadie explícitamente ha pedido eso, pero yace como subtexto de una parte de las demandas de la movilización. Por otra parte, el tercer supuesto resultaría paradójico porque quienes lo esgrimen estarían incurriendo en lo mismo que le critican a Televisa-Milenio TV-GEA-ISA, nomás que a favor de Andrés Manuel López Obrador.
     Desde mi punto de vista, la aportación más valiosa de esta movilización inicial y que uno esperaría pudiera madurar en un movimiento radica en la primera línea discursiva: La protesta contra los grandes consorcios mediáticos que simulan una objetividad periodística, la concentración antidemocrática de los medios electrónicos de información (es ya francamente insostenible) y la falta de representatividad real de los partidos políticos que, lejos de responder a los intereses de una sociedad crecientemente plural y crítica, se han encerrado en sí mismos, en su propia auto-representación, desvirtuando el sentido de la política y de una contienda genuinamente democrática.
     Un movimiento de esta naturaleza podría tener, a largo plazo, una efectividad mucho mayor que la de meramente externar repudio ante una candidatura. Por ejemplo, se podría conminar al IFE a un diálogo con una representación plural estudiantil para explicitar aquellos puntos del proceso electoral—por ejemplo, los debates o la selección de la empresa que suministrará la plataforma electrónica para el conteo de votos—que han generado molestia y dudas. Asimismo, se podría articular una presentación y un debate público con el próximo Congreso para discutir una verdadera transformación de la Ley Federal de Radio y Televisión y crear una instancia autónoma, con participación ciudadana, para ampliar y dar mayor credibilidad a los espacios en la radio y la televisión. De antemano muchos nos sumaríamos a una iniciativa de esa naturaleza.


ooOoo


domingo, 6 de mayo de 2012

El primer debate presidencial

Mi impresión sobre este primer debate entre candidatos presidenciales:

1. Pésimo gusto del IFE de abrir el debate paseando a una mujer a la que ataviaron de cabaretera. Es absurdo que un órgano constitucional autónomo caiga en un recurso que no venía a cuento.

2. La producción, pese al berrinche de Televisa, no fue tan mala. Desde luego no espectacular, pero tampoco una tragedia.

3. Contra las expectactivas, Peña Nieto no lo hizo tan mal. No es un genio de la palabra ni tiene dotes de orador, pero sostuvo su piso y no incurrió en improperios ni gazapos. Tampoco dijo nada nuevo ni brillante. Simplemente se mantuvo en su sitio.

4. Siento mucho decirlo, porque lo admiro en muchos sentidos, pero Andrés Manuel se perdió en un discurso obtuso y ajeno a la temática. No sé si fue una estratgia para generar la impresión que la elección es entre él y Peña Nieto (desplazando a la ya de por sí desplazada Josefina), pero la impresión que dio es que no tenía información o propuestas sobre los temas a discutir. Por ejemplo, en vez de hablar de ciencia y tecnología o educación superiror se puso a echarle pleito a Peña o a referinos a la muy consabida mafia del poder.

5. Quadri fue sorpresivamente articulado, inteligente, con mucha información y muy elocuente (muy académico). Ahora bien, mucho de lo que dijo--aunque lo haya dicho muy convincentemente--es muy peligroso y sospechoso. ¿Privatizar la seguridad carcelaria? ¿Privatizar Pemex? ¿Defender tácitamente a Elba Esther?

6. De Josefina---y aquí reconozco una total parcialidad de mi parte--no puedo decir mucho. Patética la referencia a la niña Paulette; cínica al hablar de paz, cuando representa un gobierno que generó las condiciones para un estado de guerra absurdo (cuando menos para el que no estaba preparado el Gobierno) y si alguien tiene cola que le pisen es ella (en su gestión como funcionaria pública y como legisladora) y su partido.

Fuera de eso, hay que decirlo: esto NO fue un debate. Fue una pasarela más o menos anodina, superficial y que deja más interrogantes de las que resuelve.