miércoles, 15 de febrero de 2012

Conceptos Elementales de la Teoría de la Estructuración de Anthony Giddens

Anotaciones introductorias a la Teoría de la Estructuración que desarrolla Anthony Giddens en La Constitución de la Sociedad

______________________________________________

Anthony Giddens, como Pierre Borudieu y Jürgen Habermas, desarrolla un trabajo teórico orientado en una doble dirección complementaria.

     Por un lado busca analizar los elementos objetivos que dan forma a los sistemas sociales ya estructurados (es decir, lo que se conoce como propiedades estructurales del sistema): el modo en que éstos imponen diversas constricciones normativas, económicas, políticas y culturales (en este último caso, por ejemplo, la lengua, el modo de vestir, la definición identitaria a partir del género) a los agentes sociales; el modo en que éstos interpretan ciertos roles y expectativas y los ejecutan y cómo estas operaciones se objetivan en las prácticas y procesos sociales cuya gradual rutinización eventualmente se naturaliza en los agentes (internalización), permitiendo una reproducción más o menos estable y continua del sistema social.

     En cierto sentido, esta perspectiva no difiere sustancialmente de las posturas desarrolladas por el funcionalismo (por ejemplo, la referencia a la conformación de roles de acuerdo a normas y expectativas), el estructuralismo (la referencia a la constricción del sujeto dentro de límites estructuralmente definidos por el propio sistema) y la teoría de sistemas (la referencia a los procesos por los que todo sistema articulado tiende a cerrarse en sí mismo—auto-referencialidad—y reproducirse de la manera más eficiente posible).

     Sin embargo, y por otro lado, busca comprender cómo la acción misma de los agentes sociales, al actualizar en la práctica las propiedades estructurales del sistema, no meramente las reproduce (como sí ocurre, por ejemplo, en una colmena o en una manada), sino que las matiza, las adecua y las “particulariza”, de tal forma que gradual y lentamente los va modificando y transformando, con lo que lo ya estructurado se va gradual y lentamente restructurando.

    Para Giddens este proceso puede comprenderse a partir de lo que llama dualidad de la estructura. La idea es comprender la relación dual entre el espacio estructurado en el que la acción individual y colcectiva son posibles y el modo en que, a través de ésta, dicho espacio se reestructura o modifica. No es una teoría de la revolución (que es otro modo de transformación más evidente y requiere de un análisis distinto, pues sí implica una ruptura), sino una teoría del cambio o, más precisamente, de la dialéctica entre la permanencia del sistema y la modificación de algunas de sus propiedades estructurales.

     Dos ejemplos sirven para ilustrar esta idea. Pensemos que el castellano que hablamos y escribimos hoy difícilmente guarda una relación práctica con el que se hablaba y escribía en el Siglo XVII; y sin embargo, sigue siendo castellano. En otras palabras: el lenguaje ya estructurado se encuentra continuamente en un proceso de restructuración precisamente porque es apropiado, utilizado y transformado por los agentes sociales.

     Lo mismo ocurre con la moda. En los años 20 del siglo pasado sería impensable que un empleado bancario se presentara a trabajar sin traje y corbata, o bien, que un señor o una señora de cierto grupo social salieran a la calle sin sombrero. Hoy, sin embargo, aun cuando el banco sigue siendo un banco y la vida en las calles transcurre como hace 60 años, sería raro ver a una señora o a un señor de sombrero y los empleados bancarios, sin dejar de serlo, no necesariamente despachan de traje y corbata.

    No se trata de que haya habido una revolución o una transformación radical de las propiedades estructurales del sistema; pero innegablemente ha habido un cambio, que ha modificado las normas, las expectativas y los modos de interacción de los sujetos sociales, gracias a lo cual el sistema social sigue operando. Podría decirse que se da la paradoja (o, para utilizar un término sociológico, la dialéctica) que la reproducción del sistema depende de su transformación gradual y permanente. Aquello que no se transforma, perece.

     Giddens propone como eje de su teoría el concepto de estructuración, es decir, la idea que un sistema social no aparece ya estructurado como tal y lo único que hacemos los sujetos sociales es reproducirlo tal cual, sino que es gradual y continuamente estructurado, es decir, constituido y modificado por los propios integrantes del sistema.

    La idea de sistema, es decir, se una estructura que define ciertos límites espacio-temporales a la acción, la guía y contiene, es socialmente necesaria, porque sólo en la relativa certidumbre de la continuidad más o menos previsible del sistema puede darse lo que él define como seguridad ontológica. Se sabe lo que uno es (o cuando menos se cree o se intuye) sólo en la medida en que uno se puede referir a un sistema estructurado, dentro del cual se ocupa una posición y se sigue una trayectoria. De otra manera, estaríamos perdidos en la incertidumbre y difícilmente podríamos tener una serie de convicciones y seguridades sobre lo que somos, lo que podemos hacer y hacia donde vamos.

     La estructuración es la capacidad que tienen los agentes sociales para internalizar las diversas propiedades estructurales de un sistema, apropiárselas y utilizarlas en su propio beneficio. ¿De qué sirve una determinada estructura—por ejemplo, el lenguaje—si ésta no es actualizada en la práctica? ¿Podemos imaginarnos una lengua perfectamente estructurada pero que nadie la hable? Hablar una lengua es usarla, es decir, es llevarla a la práctica y, consecuentemente, adecuarla, matizarla, transformarla.

     Para Giddens, de hecho, más que sujetos sociales (alguien que está sometido, absolutamente constreñido por un conjunto de reglas y disposiciones) y más que meros actores sociales (alguien que reproduce un papel, que sigue un libreto prescrito y simplemente lo ejecuta), los integrantes de un sistema deben definirse como agentes sociales. La idea de agencia está ligada al principio de negociación, de diligencia, se oficio: la capacidad que tenemos de negociar nuestra posición y nuestra trayectoria social, de incorporar ciertas y cosas y desechar otras, de modificar y dar un giro personal o grupal a las propiedades estructurales del sistema (como sería el caso, por ejemplo, de los giros idiomáticos y el acento que dan los mexicanos, los argentinos o los españoles a esa sistema común que es la misma lengua, o bien, incluso dentro de un mismo conjunto estructural—por ejemplo, México—el modo en el que el habla se regionaliza y adquiere incluso un carácter de “clase” social).

     El agente social no meramente reproduce un papel, sino que genuinamente lo interpreta (lo que Thompson, siguiendo a Schütz llama hermenéutica de primer grado), es decir, hace suyas, internaliza, ciertas convenciones, normas, expectativas, etc., y las reconstruye como parte de un proceso práctico de interacciones que, con base en un posicionamiento espacio-temporal, le permiten literalmente configurarse de manera más o menos individual dentro de un conjunto de relaciones (que es precisamente lo que el investigador social re-interpreta, es decir, lo que Thompson, nuevamente siguiendo a Schütz, llama hermenéutica de segundo grado, o reinterpretación de un mundo socialmente pre-interpretado por los propios agentes sociales).

     La apropiación o internalización de las propiedades estructurales de un sistema suele operar en un doble plano. Por un lado, el agente social aprende a desarrollar una conciencia recursiva de su realidad: “sabe” de modo espontáneo a qué elementos debe recurrir o cuales son los recursos con los que cuenta como parte de esa estructuración de sí mismo que lleva a cabo.  Por otra parte, el agente social puede desarrollar una conciencia discursiva, es decir, la capacidad no sólo de saber a qué elementos puede recurrir como parte de la su propia construcción intersubjetiva, sino la habilidad para objetivarlos lingüísticamente: elaborar su propio discurso como un mecanismo que le permite interactuar y relacionarse y, al mismo tiempo, negociar, defender o cuestionar el entorno dentro del cual opera.

     La construcción del agente social, dentro del marco de la seguridad ontológica que en cierto sentido brinda el sistema estructurado, es determinante en la formación de su propia identidad subjetiva y de las identificaciones que puede establecer con ciertos grupos, causas, movimientos, etc.