Nots para un ajedrez político
No ha faltado quien vea en la civilidad política de Marcelo Ebrard plan con maña. Si algo le reveló la encuesta es que de ir como candidato contra López Obrador ninguno de los dos habría ganado y sí, en cambio,m él personalmente habría perdido mucho (i.e., habría pasado como el que traicionó a su mentor y sin tener la base ni el arrastre social de AMLO habría comprometido seriamente su futuro político). Haya tomado la decisión de respetar los resultados de la encuesta por convicción ética o por cálculo pólítico (que también se vale), lo cierto es que Ebrard ha quedado como un hombre cabal, racional, mesurado y respetuoso, al tiempo que asegura un puesto de prominencia en el próximo gobierno--en el caso de un triunfo de las izquierdas--lo que le permitirá construir una plataforma política más amplia y, sobre todo, con proyección nacional. Y en caso de que pierda López Obrador--escenario también sumamente probable--de todos modos Ebrard queda bien parado ante la izquierda y ante la opinión pública y podrá proceder, desde lo que quede de las izquierdas, a construir su candidatura.
Nada de esto me parece condenable. Mal haría un político en no tener un dejo de utilitarismo y, también (porque, ojo, NO son la misma cosa), de pragmatismo. Lo que me resulta interesante es saber hasta qué punto Ebrard ha consultado las cosas con su mentor político original, es decir, con Manuel Camacho Solís. Camacho Solís sabe lo que es dejarse llevar por el influjo de la popularidad y creerse ya el "seguro" para la grande y, también, lo duro que es el golpe, la caída, el no poder llegar habiéndolo tenido todo. Camacho Solís bien sabe que él ya no tiene un futuro político. Cuando menos, no lo tiene en la primera línea, en el ataque frontal. Para bien o para mal, se sabe una suerte de Richelieu: un operador político todo lo más eficiente e influyente cuanto menos visible sea. No es imposible suponer que Ebrard haya consultado con Camacho y que éste le haya recomendado mesurarse, dejar que las cosas tomaran su rumbo y actuar como aquel que se supo sacrificar por el bien mayor (a fin de no repetir el terrible error que el propio Camacho cometió al no obtener el respaldo de Salinas).
Y esto me parece especialmente interesante porque, si se ve desde cierta óptica, las próximas elecciones de alguna manera volverán a enfrentar, así sea de manera indirecta, a Carlos Salinas de Gortari y a Manuel Camacho Solís. El primero contendrá a través de esa echura tan especial que se llama Enrique Peña Nieto, quien, para muchos, lleva todas las de ganar. El segundo lo hará a través no de López Obrardor, sino de Marecelo Ebrard.
Para pocos es noticia la cercanía entre Carlos Salinas de Gortari, el grupo Atlacomulco y Enrique Peña Nieto. Aun si a éste no se le considera un cachorro o una echura de esa relación política, lo cierto es que forma parte de una égida política muy poderosa, con abundantes recursos financieros y con un proyecto empresarial muy claro. No nos equivoquemos. El PRI que está por venir, si gana, no será aquel partido defensor del nacionalismo revolucionario, la rectoría económica del Estado y del control político a través del corporativismo partidista sectorial. El PRI que está por venir es un partido "moderno" en ese sentido empresrial y emprendedor con el que se están educando a las elites financieras en el Tec de Monterrey o el ITAM. Una visión eficientista, de alta competitividad económica, abierto a la participación cada vez mayor del sector empresarial en las que anteriormente había considerado áreas estratégicas de la economía y mucho más dado al alto rendimiento económico, que a la regulación y el control políticos.
Si algo ha abandonado el nuevo PRI es, precisamente, todo aquello que caracterizaba a lo que podríamos denominar el "PRI histórico": la ideología liberal en el sentido que la entendió y la definió Jesús Reyes Heroles; el vínculo entre política e intelectualidad; la lógica del Estado como centro rector, más que como aparato gestor, de la vida pública nacional y la convicción de una soberanía nacional como fundamento del quehacer político sustentado en la tradición histórica de México (es decir, el PRI como heredero de la gesta de la Independencia, la Reforma y la Revolución). El nuevo PRI es un partido de corte empresarial, promotor del capitalismo financiero y de la política como gestoría administrativa para el florecimiento del libre mercado y de la inversión financiera, venga ésta de donde venga. Ya de hecho Peña Nieto ha dado entender que no se opondría a una mayor apertura de PEMEX a la participación del capital privado.
Todo esto está muy en línea con la visión política y con el modo de gobernar de Carlos Salinas de Gortari. No es de hecho casual que haya sido precisamente él quien eliminara del PRI aquel Instituto de Estudios Políticos y Sociales (IEPES), el que aglutinaba en su seno a una parte considerable de la inteligencia mexicana: Gonzalo Martínez Corbalá, Víctor Flores Olea, Henrique González Casanova, Enrique González Pedrero, Ifigenia Martínez, Rodolfo González Guevara, el propio Porfirio Muñoz Ledo y Manuel Camacho Solís. Este es, precisamente, el grupo que rompió con el PRI en 1988, en buena medida por no estar de acuerdo con el modo en que el creciente grupo de tecnócratas economicistas encabezados por Miguel de la Madrid estaba operando el gobierno. El IEPES constituía no sólo la conexión más importante entre el poder político y los intelectuales, sino que actuaba un poco como la conciencia histórica del Partido.Salinas fue, un tiempo, Director del IEPES. Seguramente advirtió lo complicado que sería para el PRI tecnoncrático echar a andar sus políticas teniendo que enfrentar, desde dentro del propio partido, las críticas de intelectuales notables y respetados y prefirió eliminar ese Instituto.
Paradójicamente, quien hoy defiende las tesis del PRI histórico es precisamente el núcleo central que opera alrededor de Andrés Manuel López Obrador y, de manera más específica, Manuel Camacho Solís, mentor político de y aliado cercano a Marcelo Ebrard. Ebrard nunca fue, a mi parecer, miembro del IEPES o, cuando enos, miembro destacado del IEPES. Pero conoció a Camacho Solís en el El Colegio de México y fue gente muy cercana a éste. Cuando Camacho fue nombrado Jefe del Departamento del Distrito Federal (antiguamente Regente), Ebrard llegó a ser Secreatrio General de Gobierno. Con inteligencia y sagacidad Camacho y Ebrard supieron acercase y trabar alianzas con sus viejos correligionarios, encabezados por López Obrador, y se dejaron arropar por una izquierda que, después del cardenismo, se había quedado sin discurso y sin propuestas.
Hoy, las condiciones políticas vuelven a enfrentar a los que antiguamente formaban parte del mismo Partido pero que diferían respecto del modo de gobernar. En cierto sentido, Carlos Salinas de Gortari apuesta por la continuidad del PRI que él ayudó a transfigurar, a través de Enrique Peña Nieto, mientras que Manuel Camacho Solís--como el operador de esta alianza de izquierdas a través de frentes amplios--busca recuperar el modelo del antiguo PRI, es decir, del PRI histórico a través de Andrés Manuel López Obrador y preparando a Marcelo Ebrard para que, sea que triunfe el Peje o no, esté listo para la sucesión del 2018.
Se trata de un ajedrez político en el que los jugadores de antes mueven sus piezas (alfiles, torres y peones), manteniendo vigente--acaso sin darse cuenta--aquella antigua oposicion histórica entre liberales y conservadores que marcó el reloj político del México décimonónico. ¿Estrán Peña Nieto, López Obrador y Marcelo Ebrard a la altura de jugadores de una historia que, en cierto sentido, los trasciende?
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